La mente del creador no tiene un interruptor de apagado.
Les hablo del proceso creativo usando mi ejemplo favorito, les recomiendo dos stand-ups en Netflix y un libro que habla de otros libros.
¡Feliz inicio de semana!, que para algunos es Halloween, (¡porque otros se disfrazan durante el año entero!)
Hace seis meses escribimos una breve nota acerca de lo que era el rumor de la compra de Twitter por parte de Elon Musk, (que la pueden leer aquí mismo), y el resumen de la novela que aun está en desarrollo, es que:
“Dueño excéntrico o no, las redes sociales, esas parcelas valladas dentro de un Internet "libre", siempre se han autoregulado. Y aunque estamos en uno de los momentos donde la desinformación y sus promotores son más fuertes y ruidosos que nunca, seguimos siendo más los que las usamos para comunicarnos y conectar.
Si va a poder seguir siendo así lo sabremos más adelante. Alexa, recuérdame esto en un año. Mientras tanto Twitter es mío, es tuyo, y mayormente es de Elon.”
Por lo demás, seguimos hablando de cómo construír, de como crear, y esta semana les hablamos de la mente creativa, les recomendamos un par de cosas que ver en streaming y un libro que sin duda es abono para la fertilidad creativa. Boom.
Esta es una historia que me encanta contar, porque tiene partes de realidad, partes un poco fantásticas (aunque hay testigos que dicen haberla presenciado así), y habla de Frank Lloyd Wright, uno de los arquitectos que más admiro, por su genialidad y su personalidad.
Vamos a situarnos en 1934, en Taliesin, el lugar diseñado por Wright en el desierto de Arizona y donde vivía y enseñaba arquitectura a un grupo de aprendices que estudiaban, dibujaban, trabajaban, y en algunos casos hasta construían los muebles diseñados con el arquitecto. Uno de ellos, Edgar Kauffman Jr., le comenta a Wright que su padre es un gran admirador de su obra, y que quisiera encomendarle el diseño de una casa. Wright se reúne con la familia, y días después visita el terreno, en medio de un bosque, con un río y una caída de agua, una catarata, pasando por el medio del lugar. Hacen un picnic, se bañan en el río, disfrutan el día mientras dibujan el levantamiento de todo el lugar: cada desnivel, cada piedra, cada árbol.
Ese plano estuvo durante nueve meses en la oficina de Wright, hasta que un día llama Edgar Kauffman Sr., le dice que está a 140 millas de Taliesin y que si es posible, le gustaría ver cómo va su proyecto. Wright accede, y apenas cuelga el teléfono pide el plano con el levantamiento. Pone un croquis encima y comienza a trazar líneas, esas líneas se convierten en muros, escaleras, fachadas, secciones, Wright pide constantemente más lápices, y murmura “Lilianne y Edgar se sentarán a tomar té aquí en el balcón, y si cruzan el puente irán a caminar en el bosque…”.
No estaba simplemente dibujando un proyecto más, estaba creando espacios, pensando en la gente que iba a vivir dentro de ellos. Para hacer la historia corta, cuando llegó el Sr. Kauffman le presentaron su casa, la Casa Kauffman, mejor conocida como la “Casa de la Cascada” (“Fallingwater”), porque “toda casa debe tener un nombre”.

Una de las obras más hermosas de la arquitectura contemporánea fue dibujada en horas, al menos su primer borrador, y al menos eso cuenta esta leyenda del “dibujo más rápido del medio oeste”. Pero a mi lo que me impresiona no es la rapidez de Wright para plasmar sus ideas en papel, lo que me impresiona es su genialidad, su mente trabajando desde que vio el terreno, su mente trabajando aun dormido para imaginar esa casa sobre una cascada, no a un lado de ella, y que el cliente la aceptara, impresionado por la idea, y porque quería ser parte de la genial historia de Wright.
Muchas veces cuento esta historia cuando voy a hablar del proceso creativo, de las ideas y del uso de la tecnología. La tecnología es una herramienta para hacernos la vida más fácil, para llegar más lejos, para compartir con más personas nuestras ideas, no es una herramienta mágica: requiere trabajo, dedicación, creatividad. A veces podemos crear un proyecto en horas, luego de varios meses pensando en el, luego de poner toda nuestra creatividad y preparación a trabajar, y cuando damos una idea, es que ya la hemos pensado lo suficiente como para tener presentes las ventajas y desventajas que conlleva.
Wright convencía a las personas con proyectos que eran inimaginables (un edificio de oficinas sin ventanas al exterior para Johnson Wax en Racine, y allí fue el precursor del espacio abierto de oficinas, iluminado desde arriba; un edificio con planta circular para un museo en NY…la misma Falingwater), y lo hacía porque tenía la claridad para mostrarles algo que ellos aun no sabían que querían, pero que Wright lograba extraer de ellos y plasmarlo en dibujos, en paredes, en espacios.
Lo lograba obviamente por su talento y pasión por la arquitectura como instrumento para mejorar la vida de las personas, y porque la mente del creador no tiene un interruptor de apagado, una vez que comienza a «trabajar» en una idea, no para hasta verla hacerse realidad, y allí entra en juego una de las cualidades que debe tener el creador: saber cuándo detenerse, porque el diseño nunca se termina, se abandona.
Y saber cuando debes detener el diseño y comenzar la producción es parte del proceso creativo.
El Club de Lectura de David Bowie (Un libro de John O’Connell). La semana pasada estuve en Buenos Aires por trabajo, y tuve la oportunidad de visitar un sitio que tenía en mi lista y no había podido conocer: El Ateneo Grand Splendid, un lugar que fue un teatro y ahora está convertido en una increíble librería.
Revisando entre sus anaqueles vi un libro que solamente por su título hacía imposible que no lo llevara conmigo: El Club de Lectura de David Bowie, algo así como un paseo a través de los 100 libros que cambiaron la vida de uno de mis artistas y visionarios favoritos.
Incluye sugerencias de temas musicales que puedes escuchar mientras lees algunos de los capítulos, o los libros recomendados.
Lo encuentras en tu librería de confianza, que en mi caso viene a ser Amazon.
Iliza: Hot Forever (Netflix). En el sexto especial de Iliza Shlesinger para Netflix, nos muestra una vez más su humor descarnado y que su talento no es solo preparar buenos chistes, sino la forma en la que los cuenta: cómo usa el storytelling para armar una puesta en escena perfecta, donde se burla de los bailes de TikTok, cómo criamos a nuestras mascotas, y hasta de ella misma sin ningún problema.
El especial lo encuentras en Netflix, y acá abajo un trailer.
Shen Wang: Sweet and Juicy (Netflix). No conocía a este comediante taiwanés-americano nacido en Texas, y cómo me alegro de haberlo encontrado mientras buscaba un buen especial de stand-up comedy en streaming para llevarlo en mi viaje.
Y es que aunque este show es producido y dirigido por la genial Ali Wong (que es su amiga desde hace muchos años ya), es el primer especial de Wang, y muchos lo estamos descubriendo ahora, con su estilo muy sobrio pero brillante.
Está en Netflix también, y acá abajo un trailer, cómo es usual en este su newsletter de confianza.