El toque humano de las máquinas.
Más que para hacer conejos con casco de astronauta, la IA nos puede ayudar a ser más humanos.
Ayer me llega una caja, como cada tanto, con unos frascos de vidrio que contienen pasta de ají dulce. Es una pasta no muy espesa, de color naranja muy vivo, y ese sabor, es uno de los más característicos de mi patria.
Saco los frascos, los guardo, veo que en el rotulado hay una silueta del mapa de Venezuela, me sonrío. Busco la Harina PAN y recuerdo aquello de que el hogar es donde hacemos las arepas.
Para los venezolanos, han sido unas semanas duras, (sumadas a 25 años de control totalitario del mismo grupo de personas, mientras ves como destruyen todo y no construyen nada).
Han sido semanas de tener mucho autocontrol, de (a veces) hacerte el loco cuando te vienen a explicar tu país y te provoca decir como el representante de Uruguay en la OEA: “no es que 8 millones de venezolanos decidieron irse a hacer turismo por el mundo”.
Y si bien algunos teníamos toda la intención de salir a conquistar el mundo, como Pinky y Cerebro, no estaba en los planes que fuera empujados y perdiendo incluso los derechos ciudadanos.
Esta semana quise comenzar la entrega del newsletter con esta breve nota, agradeciendo la empatía de quienes la han tenido, enviando un abrazo a todos los que luchan por la causa de la libertad y la democracia, donde sea que estén.
Venezuela va a ser libre, lo vamos a lograr. Esta vez es hasta el final.
El toque humano de las máquinas.
Uno de los próximos grandes avances en inteligencia artificial podría sorprenderte: no se trata de mayor precisión, velocidad, o capacidades técnicas, sino de algo mucho más humano. Estamos hablando de la humanización de las comunicaciones. Puede sonar contradictorio que una máquina pueda mejorar la empatía en las interacciones, pero piénsalo un momento. ¿Quién no ha recibido un saludo casi robotizado de un ser humano? Esas interacciones que carecen de calidez suelen ser el resultado de la sobrecarga de trabajo o la falta de entrenamiento adecuado, por citar un par de razones que me vienen a la mente.
En cualquier interacción, ya sea en un establecimiento, un chat de servicio al cliente, por teléfono, o incluso en el autoservicio de una cadena de comida rápida, siempre tengo presente que del otro lado hay un ser humano. Un ser humano que, tal vez, está teniendo un mal día, que posiblemente no gana lo suficiente para cubrir lo básico, o que podría estar lidiando con problemas personales. Cuando recibo esa empatía de vuelta, es un recordatorio de que la humanidad aún prevalece, pero cuando no es así, prefiero no tomarlo personal, mientras no haya agresividad.
Aquí es donde los grandes modelos de lenguaje (LLMs) de la IA pueden hacer una diferencia notable. No solo analizan conversaciones y producen textos que suenan sorprendentemente humanos, sino que también tienen el potencial de hacer que esas interacciones sean más empáticas, menos mecánicas, y más humanas de lo que a veces un ser humano con un guion podría lograr. La IA no solo está para replicar nuestras habilidades, sino también para enseñarnos a reconectar con lo esencial: la empatía en nuestras comunicaciones.
Al final, la verdadera revolución no será solo en cómo hablamos con las máquinas, sino en cómo las máquinas nos ayudarán a hablar mejor entre nosotros. La humanización de la IA pudiera ser el salto que necesitamos para que nuestras interacciones diarias, a veces tan frías y automatizadas, recuperen ese toque humano que tanto añoramos.
Si llegaste hasta acá y te gusta el contenido que comparto, te va a gustar mucho más tenerlo en forma de libro, que más que eso es un objeto de diseño.
Allí me enfoco en hablar de creatividad, en contarte de lo que he aprendido en mi experiencia profesional, con errores, aciertos y hasta Récords Guinness. Pensado para que conectes los puntos entre la tecnología y tu creatividad, se llama REMIX, y hoy lo encuentras en Amazon, estés donde estés.